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La papaya
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La papaya Iba desnuda en el tren hacia Mazatlán; mi novio y yo habíamos jugado a las prendas y mientras él conservaba sus bóxers, yo me quedé sin ropa en el camarín. Seguramente el clima era muy alto afuera, porque no sentía frío. Estaba sentada sobre sus testículos y tenía su pene en mi mano; parecía que el miembro era parte de mi cuerpo y esa idea nos daba risa a ambos, sobre todo cuando decidí "masturbarme" y comencé a jalarlo una y otra vez, para adelante y para atrás. Era de día y, más que excitación, me sentía traviesa, de modo que pegué mis desnudas nalgas al vidrio de la ventana para poder poner los labios en el erguido campeón. La luz entraba a plenitud y, así como veíamos perfectamente el paisaje, cualquiera podía vernos a nosotros. Sinceramente, no me importaba que me vieran, y si alguien hubiera tenido la suerte de descubrir mis nalgas pegadas a la ventana, la visión hubiera durado apenas unos segundos y nadie hubiera podido reconocerme, menos aún porque tenía la frente en el ombligo de mi novio y mi boca en su pene, un miembro hermoso, de cabecita rosada, sin imperfecciones, al que no se le veían grandes venas; no era muy grande, pero sí era ancho y me encantaba tenerlo en la boca. Traté de meterlo hasta la garganta, pero eso me causó arcadas y una saliva espesa, que empapó el pene. Entonces fingí perder interés en él y volteé hacia la ventana para ver el paisaje. Seguía de rodillas, pero también estaba recargada en mis codos, y mientras veía los árboles sentí un par de manos que sujetaron firmemente mis caderas y luego un pene duro y ensalivado que entró limpiamente por mi culito, donde se quedó por unos segundos, y luego salió de golpe, para después volver a entrar con cierta brusquedad. Él sabía que esto me gustaba, pues al privarme de repente de esa masa de carne cruda mi cuerpo sentía un vacío horrible, como si algo me faltara, y cuando volvía a sentirlo adentro experimentaba una sensación de plenitud: su pene me colmaba el intestino, lo sentía perfectamente pegado a mi recto, al que acariciaba y daba masaje. Luego se puso en el miembro un poco de aceite de almendra, que yo usaba para limpiar mi piel, y comenzó a meterlo y sacarlo con más velocidad, mientras yo, recargada sobre mis codos, golpeaba con mi frente el vidrio y veía columpiarse mis tetas al ritmo de cada embestida de mi novio. Y así estaba yo, ensartada, sintiendo el pene que escarbaba mi recto y hacía añicos la capacidad de mi esfínter para cerrarse. Y seguía ensartada cuando pasamos junto a un montón de vacas y el joven que las cuidaba, quien, incrédulo, alcanzó a ver perfectamente mis ojos casi en blanco, el balanceo de mis tetas y un hombre detrás de mí metiéndome la verga, hasta que por fin explotó y derramó en mi papaya su delicioso yogur. Apenas alcancé a despedirme del pastor antes de caer semidesmayada sobre la cama. Fueron muchas horas de viaje y mucha leche dentro de todos mis orificios, hasta que llegamos a Mazatlán. Ese fue el inicio de mis primeras vacaciones con mi novio, sin mi familia. Como extraño esos viajes en tren. Eran realmente divertidos...  |
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Very nice
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Que relato tan deliciosamente erótico!!!
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hermosa foto..
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25/11/2019 12h04 |
Espectacular
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25/11/2019 2h13 |
Muy excitante y muy bonita la foto
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25/11/2019 2h32 |
Mmm cuando me dicen papaya imagino mí lengua entre dos labios vaginales muy húmedos
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MUY EXCITANTE, SERA UNA EXPERIENCIA QUE PUEDE RECREARSE. SALUDOS
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Fascinante
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26/11/2019 21h04 |
Una belleza los viajes en tren, Mexico-Tijuana días de viaje, México-Guadalajara una noche, México-Monterrey una noche, lindas y ricas aventuras en esos camerines, carro comedor, bar y el fumador. me hiciste llegar a grandes recuerdos. Besos preciosa Azulzelezte!
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